viernes, 23 de diciembre de 2011

6



"más que verte a ti querer"... claro. Maldito egoísmo, y la falsedad que arrastro hasta a tu cara. Maldita tu cara, y todo lo que amas de desde ella. Malditos los pedestales que arrojas con tus manos, y todas las miradas que vienen desde abajo. Y desde dentro.
Malditas las ironías y todo lo que retuerzo. Maldita la cobardía, y el miedo. Y el miedo a ser cobardes. Malditas todas las veces en que no nos hacemos cargo de lo nuestro, y todas en las que cargamos con lo que no nos toca. Malditas las latas llenas de momentos que recuerdas, y malditos los momentos en que conviertes algo en un recuerdo, guardándolo. Malditas las palabras sinceras que se olvidan del tacto, y todo lo que se hace sin pensar... si, malditos los impulsos, y malditos también los planes. Los mapas que no dejan que te pierdas tranquilo, y la falta de dirección también la maldigo.
Maldigo la honestidad que solo asoma unos segundos al día, los papeles que pierdes, las verdades en la cara.
Malditas sean todas las luchas entre iguales. Y sobre todo, maldita lucha de contrarios.

jueves, 8 de diciembre de 2011

5



Quizá todo esto sea un gesto egoísta (un gesto enorme, eso sí. Y hasta bonito.) para encontrarme, a trozos, reflejada en ti. Un movimiento lento para volverte proyección de mi regreso.
El intento de escupir el granizo y ese olor a madera vieja, de romper las pocas baldosas que me dejó para caminar ahí: en el límite de mí. (mi hilo de suelo) Puede que solo sea una manera de no usar mi nombre como responsable del derribo. A golpes, golpes lentos. (mi hilo de suelo, quebrándose) Porque puede que no me importe nada más que salir, y sabes lo que es. Conoces este sabor, y lo hueles a veces… cuando vuelve.

Quizá sea egoísmo, o ineptitud. O tonterías, muchas y muy juntas. Pero no se distingue estando en medio. Se necesita sensatez. La sensatez que solo te dan las cosas que ya han pasado. Cuando queda ya todo por detrás y puedes mirarlo, como una pequeña representación de lo absurdo. Ajena y leve.
(muy leve)

domingo, 9 de octubre de 2011

4




Y los detalles no vuelven solos. No. Vienen de golpe y todos juntos. Tan juntos que podría confundir el olor de pared recién pintada, con un montón de  sabanas blancas, o las cajas llenas de ropa, o el rímel de la almohada... el "no hace falta", la fuerza, el café que no había, ese pelo rubio... todo de golpe, aunque nada tenga que ver entre ello, son en el fondo todo lo mismo: el peso, el peso que vuelve como un recordatorio absurdo, de lo que ya se.
Pero con algo de suerte, acabará siendo tan mentira como cuando digo sonriendo "no, no me acuerdo", y te irás creyendo que ese detalle es solo un despiste más, en medio de mi armario lleno de desorden y cientos de horas tarde.

lunes, 12 de septiembre de 2011

3



Me tiraste a la cara más de 300 sinónimos. Yo solo te pedí una palabra clara.
No eran para mí tantas curvas, esos discursos barrocos. Aunque he de reconocer, que tenías una bonita manera de disimular que no decías nada, ni escuchabas, ni entendías. Ni querías.
Pero cuando los finales superan por mucho a los principios, se empieza a perder el hilo, y lo bonito que podía quedarle a tu discurso. Así que te cedo los hilos, y puedes quedarte con todos los adjetivos del diccionario. Puedes sentirte muy por encima, ganador o lo que fuese que querías, porque por suerte la paciencia es un poco menos infinita que la estupidez, y ahora solo me queda lo segundo.

domingo, 14 de agosto de 2011

2



Siempre me repito que no tiene nada de malo. Ahora sé que tampoco tiene nada de bueno, pero supongo que uno confía en algunas casualidades.
Pero mientras se alargaba la espera, se me ha ido cayendo el nombre. Dímelo, ¿cuál es mi nombre ahora que me lo he quitado? Dime como me llaman, cuál es mi nombre. Llámame por esas letras. Ahora que lo he perdido entre los pañuelos de colores y los zapatos que llevaba aquella niña. Ya no dice nada de mí, recuérdamelo. Que no tiene nada de malo.

viernes, 5 de agosto de 2011

1



Hay una clase de personas a las que les brillan los ojos cuando levantan la mirada del suelo. De esas que alargan los silencios entre cada frase, y tienen las manos llenas de gestos lentos. Quebradizas, perdidas.
Las odio.

Y pensé que tenías claro todo lo que yo odiaba. Los números que nunca usé de excusa, las quejas a las que cambié el argumento, el tomate que nunca comí crudo... o esas personas a las que me hiciste parecer.
Quizá no tendrías que haberte acercado tanto, cuando yo empezaba alejarme (de mí). Tendrías que haber abierto la puerta, y que me fuera sin más. En teoría no tenían que importarte esos detalles… // me odio un poco más y me conozco un poco menos.