domingo, 14 de agosto de 2011

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Siempre me repito que no tiene nada de malo. Ahora sé que tampoco tiene nada de bueno, pero supongo que uno confía en algunas casualidades.
Pero mientras se alargaba la espera, se me ha ido cayendo el nombre. Dímelo, ¿cuál es mi nombre ahora que me lo he quitado? Dime como me llaman, cuál es mi nombre. Llámame por esas letras. Ahora que lo he perdido entre los pañuelos de colores y los zapatos que llevaba aquella niña. Ya no dice nada de mí, recuérdamelo. Que no tiene nada de malo.

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