Leyó una vez que se leía para salvarse. Pero él ya no sabía
por qué tenía que hacerlo.
Y tras las páginas paraba y suicidaba su mirada hacia la
ventana, en un silencio que seguramente estallaba de ruido. Y quizá más tarde le preguntaría por todo lo que había tragado durante el día. Y su cara
fuerte, su cara fuerte, no lo dejaría salir. Pero yo solo tengo un título
casual, aleatorio como él. Así que solo supongo, y supongo que no le hará falta
escuchar todo aquello, que ella sí estará esperando esa salvación y sigue ahí porque
a veces, en momentos cortísimos, la encuentra.
Quizá junto a unas sandalias medio rotas
o tras la fuerza que él no sabe.
Y supongo, supongo que no es así. Y que llegará a lo que sea
su casa, y mirará la televisión Y pensará que nunca nadie le ha dicho nada
sobre su cara porque nunca le ha importado (O eso quiere creer) y se irá a
dormir diciéndose que al menos no está vacío Y nadie mirará sus
sandalias y le dirá que se compre otras
Y nadie preguntará por sus marcas. Aunque las cicatrices no son siempre señales de guerra. A
veces son una simple idiotez, como volver a casa o mirar por la ventana del tren.
(Como si nunca más sintieras que alguien tiene que salvarte.
Y nunca jamás salvar a nadie, de nada. Ni querer hacerlo.)
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